La de la Falda de Serpientes suspendida en el espacio, sus brazos-culebra y su faldellín danzan, con una cadencia que hace que el tiempo, medio se detenga. En esa cadencia, la Coatlicoe se hace acantilado en las montañas del Tepozteco y Amatlán.
Luz hecha piedra, piedra vuelta conciencia humana, ser humano transformado en cosmos, la Gran Madre con ombligo de calaca,
Patas de águila, collarin de corazones y manos, su rostro es el del Monstruo de la Impermanencia y sin embargo nos mira desde una quietud inaudita, terrible, inquietante, que hace perder el aliento.
Su ombligo nos conecta con los muertos, con los ancestros, energía vital que fluye y nutre el movimiento de la Madre Primordial.