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SERPIENTES EMPLUMADAS Y ESPEJOS HUMEANTES 23 por Alberto Aveleyra

Río de Aves Rapaces por Alberto Aveleyra

México es un país de caminantes y viajeros, nuestra tierra no se puede comprender sin las múltiples migraciones que la hacen ser lo que es. Migraciones de hombres y migraciones de la naturaleza, en estas tierras todo viene y va, estamos ubicados en una equis de los destinos, como decía Alfonso Reyes.

Para los pobladores originarios de México, las aves rapaces son expresión de lo más valioso en el universo, son considerados mensajeros entre los hombres y el gran espíritu, íntimamente asociados al Sol como fuente de luz y vida, además de estar asociados simbólicamente a los guerreros, gobernantes, sabios y visionarios.

Un ave de este tipo corona el nopal del Escudo Nacional de México y este símbolo conecta al México Moderno con el México Antiguo.

En nuestras tierras, específicamente en Veracruz, cada año tiene lugar uno de los fenómenos más impactantes en relación con las aves rapaces. Si México es famoso por la migración de ballenas y la de las mariposas monarca, es sorprendente que no lo sea por la migración anual de aves rapaces desde Norteamérica.

Cada año, desde finales de agosto y hasta noviembre la región centro de Veracruz es atravesada por un río de aves rapaces. El término no es gratuito, en tres meses atraviesan los cielos alrededor de cinco millones de aves.

El espectáculo es indescriptible, se forma un corredor natural entre el mar y las montañas por donde las aves vuelan en busca del calor del sur.  Sin importarles las fronteras políticas, la mayoría de estas aves provienen del este de Estados Unidos y Canadá.

Cada otoño, las tierras sagradas totonacas reflejan las sombras de los viajeros celestes: águilas, halcones y gavilanes. Quiahuiztlan, centro ceremonial entre la montaña y el mar es visitado por los mensajeros del Sol que planean sobre los antiguos templos para vivos y muertos. Es la región por donde Cortés entro a tierras mexicanas, región llena de joyas históricas y naturales.

Una vez más, México sorprende por su naturaleza salvaje, que manifiesta los ciclos cósmicos con los que los pueblos originarios  han danzado en sincronía desde antes del comienzo.

 

 

 

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